En lo profundo de un cañón de
Wyoming se encuentra uno de los puercos espines más grande que hay. Mientras
avanza pesadamente hacia la gente, es menester darle mucho espacio. Nadie se le
va a acercar a un tipo cuyas púas parecen misiles. Con razón siempre está solo.
Pero no está solo todo el tiempo. Cada noviembre y diciembre, los puercos
espines se acercan lo suficiente los unos a los otros como para reproducirse.
Durante ese tiempo optan por relajar sus púas y luego regresan a sus cuerpos
espinosos. De esa manera pueden estar cerca sin dañarse y su especie puede
perdurar.
Mis queridos hermanos y amigos, casi en todo lugar hay uno que otro puerco espín con afiladas púas de crítica, sarcasmo o arrogancia. Nosotros tendemos a evitarlos, pero Dios nos coloca a su lado para que tengamos comunión con ellos. Nos manda a amarnos unos a otros, incluyendo a los que son tipo puerco espín. Y si somos honestos, tendremos que admitir que nosotros también tenemos púas.
El apóstol Juan nos dice que si amamos a Dios también debemos amar a nuestro hermano. Para hacer esto tenemos que pedir a Dios que nos ayude a “relajar nuestras púas”, incluso cuando otras personas sean espinosas. Es la manera en que le mostramos al mundo que amamos a Dios y es la manera en que le mostramos a Dios nuestro amor hacia Él.
Y nosotros tenemos este mandamiento de él:
«El que ama a Dios, ame
también a su hermano
1 Juan 4:21
No hay comentarios:
Publicar un comentario