2009/06/22

EL LADRILLAZO

Un joven y exitoso ejecutivo paseaba a toda velocidad en su auto jaguar 2006, sin ningún tipo de precaución. De repente sintió un estruendoso golpe en la puerta y se detuvo. Al bajarse vio que un ladrillo le había estropeado la pintura y carrocería de la puerta de su lujoso auto. Se subió nuevamente, pero esta vez lleno de enojo. Dio un brusco giro de 180 grados y regresó a toda velocidad al lugar donde vio salir el ladrillo que acababa de arruinar lo hermoso que lucía su exótico auto. Salió del auto de un brinco y agarró por los brazos a un chiquillo empujándolo hacia el auto estacionado, le gritó a toda voz: ¿Qué rayos fue eso? ¿Quién eres tú? ¿Qué crees que haces con mi auto? Y enfurecido, casi echando humo continuó gritándo al chiquillo: ¡Es un auto nuevo y ese ladrillo que lanzaste va a costarte muy caro! ¿...Porqué hiciste eso?"

"Por favor señor, por favor... ¡Lo siento mucho! No sé que hacer". Suplicó el chiquillo. "Le lancé el ladrillo porque nadie se detenía" Las lágrimas bajaban por sus mejillas hasta el suelo mientras señalaba hacia el otro lado del auto estacionado. ¡Es mi hermano! le dijo. "Se descarriló su silla de ruedas y se cayó al suelo... Y no puedo levantarlo". Sollozando preguntó al ejecutivo: ¿Puede usted, por favor, ayudarme a sentarlo en su silla? Está golpeado y pesa mucho para mí solito...Soy muy pequeño.

Visiblemente impactado por las palabras del chiquillo el ejecutivo tragó saliva y un nudo se formó en su garganta. Indescriptiblemente emocionado por lo que acababa de pasarle, levantó al joven del suelo, lo sentó nuevamente en su silla y sacó su pañuelo de seda para limpiar un poco las cortaduras y el sucio que tenía en las heridas el hermano de aquel chiquillo tan especial. Luego de verificar que se encontraba bien miró al chiquillo y éste le dio las gracias con una sonrisa que no tiene posibilidad de describir nadie.  "DIOS lo bendiga señor... y muchas gracias" le dijo. El hombre vio cómo se alejaba el chiquillo empujando trabajosamente la pesada silla de ruedas de su hermano hasta llegar a su humilde casita.

Cuentan que el ejecutivo aún no ha reparado la puerta del auto manteniendo la hendidura que le hizo el ladrillazo... para recordarle el no ir por la vida tan distraído y tan de prisa que alguien tenga que lanzarle un ladrillo para que preste atención.

Dios normalmente nos susurra en el alma y en el corazón, pero hay veces que tiene que lanzarnos un ladrillo a ver si le prestamos atención.
Escogemos: Escuchar el susurro... o sentir el ladrillazo...

"No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere" Prov. 3: 11-12

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